sábado, 28 de enero de 2012

Trenes

Me gustan los trenes.

Verlos circular ligeros,
aunque ya quizás demasiado
en los últimos tiempos.

Antes eran rumorosos
esbeltos y tiernos cuando paseaban por carriles,
unidos por pequeñas lengüetas,
en los suelos de casas estrechas,
hasta que se paraba la cuerda.

A mí los Reyes me echaron un Talgo,
aunque nunca anduvo, incomprensible en mi mente,
desde el primer día en que estuvo en mi vida presente.

Me enteré, pasados los años ingenuos,
que a los resortes que debían hacerle funcionar,
mis hermanos mayores, juguetones e ineptos,
les causaron males imposibles de enmendar,
irreconocibles sus graciosos gestos.

Desde entonces perdí muchos de ellos.

Perdí acaso el tren del esfuerzo,
cuando fue preciso cogerlo,
perdí el de la sabiduría,
al que llegué siempre indispuesto.

Embobado, le vi pasar sin subirme,
pensando que volvería un mañana,
y el mañana siempre se me hizo inconexo...

Trenes todos que siguen en movimiento
a los que, de no subirse la gente...
llegarán vacíos al destino,
en perjuicio de una vida competente.