sábado, 18 de junio de 2011

GRATIS

Disponer sin pagar,
en esta Sociedad nuestra que cabalga gozosa
por las llanuras fértiles del superdesarrollo,
se ha convertido para nuestra juventud
en una escopeta cargada de cañones cegados
con la que disparar al blanco facil de sus deseos.

Mucho hace que aprendimos los nuestros,
los de mi generación,
que todo, absolutamente todo,
tenía y tiene su precio.

Compraba golosinas con las sisas a mi madre
y me costaba luego el sufrimiento de verla después a ella,
con las perras justas para ir a la compra.

Disfrutaba ufano con mi ropa nueva de los domingos
pero sabía del doble valor de su precio
pagado al telero en pequeñas y largas cuotas de empeño.

Precio tenía también olvidar mis obligaciones
pagando con castigos las omisiones,
hasta el punto de cobrarse, con daño físico,
las usureras mentes de mis profesores.

Después, cuando mi frente empezó a sudar para ganarme el pan,
descubrí lo costoso que me resultaría emigrar hacia lares propios.

Intuí a los que dándote, te embargan,
a los que regalándote, te compran.

Gratis no hay nada, cariños,
ni tan siquiera esos que, complacientes,
se dan los amantes en celo.

Esperan recompensas de amor eterno.

No deberías confundir el tomar sin pagar
como un derecho sagrado que merezcamos todos,
mientras raudales de esfuerzo les cuestan a otros tus vilipendios.

Al menos, mientras no se extinga la propiedad,
alcanzada por trabajo en equidad,
o quizás mas bien usurpada con la ladina impiedad
en la que se mueve nuestra malsana sociedad.

En ella hay quien lo tiene todo gratis, es verdad,
niños que desde la cuna viven con felicidad
de las fortunas que sus progenitores lograron amasar
aunque algún día tengan que claudicar
de vivir siempre en la vacuidad.

La gratuidad será el magnífico bien entendido
entre quienes no esperan mas recompensa
que el pasar por esta vida soñando con que el placer
y no el dinero sean la flor y no asqueroso testigo.



Por eso gratis es el eufemismo capaz de edulcorar
a quienes disfrutan sin mas, consumiéndolo todo,
sin ponerle precio al medrar.

martes, 14 de junio de 2011

VERBO DE CONJUGACION PRIMERA

                            Comunicar:
Hermoso verbo de dificultad extrema.

Cuatro sílabas unidas desde su etimología
y que todo el mundo entiende.

En ese menester me muestro,
unas veces escaso y otras sobrado,
sin llegar a ser o con la torpeza de desparramar
lo que pretendí decir, lo que me propuse expresar.

Por ello... permíteme, tu que me escuchas o sientes,
un esfuerzo o tal vez varios.

Oyeme desde ahora con mas atención y,
como si de traducción simultánea se tratara,
analiza mi ánimo y da sentido al gesto,
a la mueca que siempre refleja, aún sin quererlo, el espejo del alma.

Sé que no es pueril lo que te pido,
aunque sean los niños en su inocencia,
quienes mejor encarnen la figura del traductor.

Oir significa despojarte de ti,
poseer la intención de comprender lo que quiero decirte,
que va mas allá de lo que digo.

El gesto es también intención,
avalada por la improvisación,
natural en su creación.

Tras toda esta parrafada,
espero que me resulte mas sencillo decirte que te quiero
y además unirlo a la mirada abierta,
al acercamiento táctil que tanto necesito.

Si acaso enmudeciera,
será quizás porque no encuentre,
no halle la valentía suficiente para mostrar que ya,
ni tan siquiera una palabra bana,
sustenta a un amor empobrecido.

Tiemblo y a veces me dan preocupación incluso mis palabras,
esas señoritas caprichosas capaces de jugarme malas pasadas y ofenderte,
herir tu sensible corazón inflamado y que esa herida te haga enmudecer también.

Desearé entonces emular a tu mascota,
que no necesita de palabras,
le basta con agitar su rabo y esperar, impaciente, al raso,
con la mirada fija en el punto por el que escapaste de su compañía.

lunes, 13 de junio de 2011

De la virtud irreal

Todo el mundo anhela la virtud,
incluso hasta el mas déspota y despiadado
busca en su integridad de ánimo para colmarse a si mismo
y llegar a la cúspide de lo que sea,
aunque ello incluya saberse odiado y temido a partes iguales.

Me resisto a pensar en que los malos carezcan de virtud
aunque solo sea la de buscar con ahinco la maldad que persiguen
confiando en que será su bondad,
teñida de oración pasiva.

Bueno para mi, malo para los demás,
es quizás lo que se dé en pensar,
quien obra con maquiavélica pujanza
para conseguir sus fines inconfesables.

Ocurrirán en sus conciencias fenómenos
que las confundan y alteren sus conclusiones
frunciéndolas con modestia de llamativos adornos
que no son capaces de soportar los jirones.

Son los otros los malos,
los incapaces de asumir su predestinado destino,
incorregibles en su afán de protestarlo todo
y de no aceptar nada.

Deberíamos desaconsejar a nuestra mente complaciente
cuando el yerro se presente,
para que no nos justifique impunemente
nadando en las traidoras aguas del sosiego.

No hay maldad ni bondad atribuidas a un alma
por el solo hecho de vivir en un cuerpo.
Las vamos incorporando en nuestra vida
a medida que las experimentamos
con el placer que ambas nos dan
recompensando los bajos instintos
o salvándonos de malos sentimientos.

No somos puros seres humanos,
somos animales racionales con instintos
a veces irracionales,
que despedazaríamos al contrario, llegado el caso,
si de salir indemne se trata
de la lucha encarnizada que a todos nos arrebata.