miércoles, 3 de agosto de 2011

Cielo de Agosto

Grises y azules que me recuerdan otros veranos,
bellos ribetes blancos, amarillos que sobresalen
entre nubes cargadas de agua,
vaticinio de tormenta que se logrará o no,
dependiendo quizás de la carga eléctrica,
que amaga con romper los tímpanos
de pusilánimes oidos de vidas inquietas.

Mi perro se asusta, presagiando la tormenta.
Olor a tierra mojada allá,
donde una cortina corrida dibuja el telón de agua
que da paso a la escena siguiente,
si quiere un sol reluciente,
inmiscuirse de lleno en ella,
dibujando con colores fluorescentes.

No sé qué está pasando,
pero desde luego pasa,
y yo, casi sin darme cuenta de lo que pasa.

Los días, los años, corren más raudos ahora
y me es imposible detenerlos
para que las sensaciones que antes perdí,
con juvenil y alevosa alegría,
vuelvan para ser consumidas con fruición, cada día.

No me importaría la perdida si soy capaz
de reconquistar el gusto por la vida más sagaz,
disfrutando de cada momento del día
cualquiera que fuese su discurrir, y en sintonía.

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