miércoles, 3 de agosto de 2011

Periódicos

Los conozco desde siempre,
mi padre me los mostró desde bien pequeño.
Acudía todos los días al quiosco donde,
me sorprendió, le llamaban por su nombre.

Un hombrecillo, usando una familiaridad cercana,
le ofrecía a cambio de pocas monedas,
un librillo repleto de palabras y algunas imágenes.
Todo en blanco y negro.

Sobresalían siempre en primera página y en todos ellos,
cualquiera que fuese la marca perenne en su encabezamiento,
la noticia impactante del día, que no siempre coincidía en todos.
En letras gruesas y  sugestivas.

El me explicó que intentaban llamar la atención del mundo,
polarizado entonces, como hoy, en cuestiones de interés social y político
que debían de ser manejadas conforme al rigor de los cánones
pero con la tendencia partidista de su inclinación,
porque todos inclinaban su editorial al calor de sus benefactores
azules o rojos, aunque alguno se declarase Imparcial.

El lo recogía y lo doblaba con esmero, tras un primer vistazo,
poniéndolo bajo su brazo, cerca de la axila,
para devorarlo con fruición, una vez sentado en el sillón de casa.

Mi padre, como la mayoría de entonces, no había podido estudiar.
Las obligaciones familiares le echaron de casa en edad temprana,
por lo que tuvo que recurrir a los métodos autodidácticos en uso,
entre ellos: la Prensa.

El periódico cubrió con creces un objetivo primordial,
abrir a los iniciados en la lectura la posibilidad de discernimiento.
Existía debate y se fomentaba para que la calle rumiara su punto de vista
frente a un café, en los casinos de pueblo o en la tertulia de la plaza.

Asiduo al diario MADRID porque le parecía el más objetivo,
sufrimos todos en casa al saber de su desaparición,
por causas económicas decían,
aunque estas nunca quedaron claras.

Con  dos ediciones diarias, la vespertina tenía más enjundia
que la matinal ya que las noticias tenían que tomarse su tiempo,
hasta ser impresas, porque los medios para su difusión
no eran tan sofisticados ni había otros que les hicieran sombra.
La televisíón no se empezó a manifestar en España hasta 1956
y la Radio, al servicio del Régimen y su Diario Hablado,
solo convocaba a las familias para seriales y novelas radiofónicas.

Había pugna por publicar lo último y hasta de vez en cuando
aparecían ediciones especiales y se daba énfasis a lo cultural sobre lo social,
sin descartar como es lógico los anuncios, en solo una tinta,
y sin apenas mensajes subliminales.

Conseguían adhesiones inquebrantables que, de alguna manera,
marcaban al lector a simple vista, solo con ver qué periódico
llevaba en sus manos.

Este breve paseo por la historia más reciente del periodismo gráfico
nos conduce a nuestros días en que las noticias corren
a la velocidad de segundos; fotos a todo color
enviadas desde cualquier parte del mundo donde no hay días ni noches,
ni tan siquiera profesionales al frente porque basta un teléfono móvil,
en manos de un improvisado testigo, para dejar constancia de un hecho.

Quizás este desarrollo tan enorme haya influido también en sus fines.
El ser humano, ávido de noticias, se desayuna ya con ellas pero se siente más frágil
al ver cómo se ha corrompido el poder de quienes las manejan,
capaces de contagiar en el a cualquier agente vulnerable.
Murdoch, el indecente magnate mediático, ha destapado la Caja de Pandora
con sus ensueños de poder fáctico; ha conseguido ponernos en guardia
ante la noticia, para considerarla conseguida con fraude, alienante o
cuando menos, incapaz de movilizar como entonces los sentimientos.
También los periodístas deberán revisar su deontología, como abogados y economistas para ver si es acorde con lo que se espera de ellos
o si por el contrario es obstáculo para su deleznable progreso.

1 comentario:

  1. Me gusta este poema. Bajo su apariencia prosaica en muchos versículos hay un ritmo interior como de trote suave. Y siempre ese rasgo tan tuyo de una perspectiva moral.

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