lunes, 28 de marzo de 2011

Anónimos

Se cruzan cada día en tu camino,
altos y esqueléticos,
bajitos y rechonchos,
de camino a la oficina.

De buena mañana
aferrados a la barra del metro,
o esperando pacientes al bus
que se eterniza en la parada.

Los miras y te miran,
entre resignados y acobardados,
temiendo lo peor en el sinfín de la vida incierta.

Sientes que, como a tí,
las noticias del desayuno,
nos han intoxicado hasta el paroxismo,
y que quedan pocos remedios
para seguir subsistiendo.

Que la gasolina sube,
pues nos dejamos el coche en casa,
que la hipoteca aprieta,
pues nos recluimos, sin pataletas,
asumiendo que fuimos ingénuos,
creyéndonos amos de una propiedad impuesta,
la que nos acabará encerrando, tras una puerta.

A cambio claudicarán tus sueños,
rendirás pleitesía hasta en los infiernos,
verás cómo lo tuyo no vale nada,
si no trasciendes de lo anónimo a lo ilustre, a lo sempiterno.

Sigámos viéndonos, cada mañana,
comulguemos todos los días con una sonrisa sana,
y lejos de confesiones banas,
sumémonos al mejor criterio
de romper las cadenas del cautiverio
al que nos sometió un día la banca y su vituperio.

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