domingo, 23 de octubre de 2011

De amargos y acidos...

Desagradable al sabor, propio de almendras y cáscaras,
el amargo es antítesis del dulce, relativo al gusto.

Acido es otra cosa, aunque los confunda,
a veces se mezclen sabores en mi cabeza y
acabe expresando, sin tino,
dejando de lado la sutileza que les separa.

¡Qué caramba!

Estoy decidido a aclararlo por el bien propio,
y por otorgar la razón a quien lo merezca.

Me sumerjo en los sabores,
que son la génesis del sentido del gusto,
parte del placer y de las sensaciones.

Buceando en mis impresiones,
encuentro amarga la hiel y los alcaloides,
cantidad de frutos que siento amargos,
al ensalivar en boca sus trozos insospechados,
aunque también es amarga la realidad a veces
sin necesidad de tragársela a cachos.

El ácido, sin embargo, aunque sea áspero
es siempre sustancia que reacciona,
que acaba formando sales,
tan necesarias para la vida, tan fundamentales.

En tantas frutas presente
que de él resulta imposible abstenerse,
so pena de malestar en las glándulas que nos mantienen,
que acabe invirtiendo su efecto benéfico, su poder astringente.

Pero ácido también es lo agrio
lo que aspereza las cosas,
la agudeza del dolor,
la dificultad en el trato.

Sigo estando confundido, por tanto,
y me quedo con la mejor opinión,
que lo amargo y lo ácido evite.

Me paso mejor a lo dulce,
aunque con ello tal vez me limite.

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