miércoles, 19 de octubre de 2011

Querida noctámbula

No sabes de qué manera
tu vida me mortifica.

No recuerdo bien el momento
en que decidiste cambiar de estela,
llenando las noches con polvo de estrella,
mudando tu vida diurna,
sin quererte mezclar, acaso,
con la turba mundana que la secunda,
pero marcó tus rasgos de vampiresa
que aprovechando la ausencia del sol,
revolotea feliz en los imperios de la noche aviesa
en la que pasean los zombis,
y los que pululan de acá para allá, sin cabeza.

Gentes extrañas que no tienen donde ir,
ni la suerte de poder convivir,
con alguien que les quiera de cerca sentir.

Comprendo hasta una huida programada
desde la más voraz y caprichosa realidad descarnada,
pero quiero que tu comprendas tambien,
que en esa huida abandonas parte de lo que te adorna
al considerar superflua la bondad, la alegría el frenesí...
que mostraste siempre junto a ti,
para quedarte ahora preñada del mal que entorna.

Siempre temí en las habitaciones oscuras,
palpando paredes y anejos de cerraduras,
en busca del punto de luz, que alumbre
el camino a seguir para apartarte de la podredumbre.

Busca la raíz del vacío,
llena los huecos de contenido
y sal corriendo a comerte el mundo
que en otro tiempo ilusionaba tu corazón más fecundo.

Hay mas espacio cuando hay mas cordura,
cuando no titubeas en la penumbra,
cuando controlas la afectividad perdida
por malos complejos de asertividad confundida.

No desdeñes la luz del sol,
lo clarividente del día
con sus colores más verdes,
con la lozanía sentida.

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